El Tren Dominguero.
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Autor: Santiago Velayos García. (Historia del barrio Puente del Ladrillo).
La Compañía Nacional de los ferrocarriles del Oeste tuvo la feliz idea de ofrecer, en la década de los 30, a los salmantinos la posibilidad de hacer excursiones a distintos lugares de la provincia. Los primeros trenes fueron todo un éxito de asistencia de viajeros. Aunque también hubo muchas críticas por los actos vandálicos que algunos excursionistas cometían durante el recorrido y sobre todo en los espacios públicos de Béjar.
Antes de las seis de la mañana el paseo de la estación era un hervidero de personas de todas las edades. Familias enteras, con sus cestos y capachos para llevar las viandas la bota de vino y los aperitivos. Grupo de jóvenes, chicos y chicas con sus pantalones blancos y algunos de ellos vestidos de marineritos con sus respectivos gorros. Algunos portaban bandurrias y guitarras. Los cánticos alegraba la marcha de los excursionistas. El andén de la estación estaba abarrotado. Un tren formado por una locomotora, furgón y ocho coches esperaba a los viajeros que ocuparon rápidamente sus asientos. Como ocurre en muchas ocasiones siempre había algunos despistados que llegaban tarde y tenían que echar una carrera para subirse a los coches. A las seis y cuarto partía el tren. Después de una hora el tren se detuvo en la estación de la Maya. La locomotora llenó su panza de agua. Algunos jóvenes aprovecharon para ir a la cantina y tomar algo. Unos pocos gamberros cogieron fruta de un árbol tronchando sus ramas. Pasado siete minutos el tren reinició la marcha.
En Guijuelo se hizo una nueva parada. Nuevamente algunos atrevidos se dirigieron a la cantina. En el interior de los coches todo era alegría, tocaban los instrumentos musicales que llevaban y la mayoría de los viajeros entonaban canciones populares. El ambiente era excepcional.
Llegando a la estación de Béjar unos viajeros decidieron quedarse en la ciudad, pero la mayoría se dirigió por el atajo hasta el Castañar, donde se venera la Virgen del Castañar y dónde se encuentra, según dicen, la plaza de toros más antigua de España, la Ancianita.
Bajo la sombra de los castaños y junto a fuentes de agua fresca, los excursionistas dieron buena cuenta de las viandas que llevaban, sobre todo chorizo, salchichón y jamón. Por supuesto la tortilla también era protagonista de esta comida campestre tan especial. Algunos decidieron acercarse al pueblo de Candelario, otros se fueron a los toros y la inmensa mayoría se quedó en el Castañar. Eran las once y media, cuando el tren llegaba a la estación de Salamanca. Excursionistas muy cansados, pero muy felices de la experiencia que habían tenido. Todos estaban dispuestos a repetir en el Dominguero
Bibliografía: Biblioteca Universidad de Salamanca. El Adelanto
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